La leyenda de los Miuras se fundamenta
en:
Sin embargo son muchos más los que se hicieron famosos por su nobleza y
bravura:
Fundó esta ganadería don Juan Miura en 1842 con vacas procedentes de
Francisco Gallardo y Hermanos, del Puerto de Santa María, que corre toros
en Madrid por primera vez en 1792, y de José Rafael Cabrera y Angulo,
natural de Arcos de la Frontera (1738), cuyo ganado pastaba en el término de
Utrera; ambas procedentes a su vez de los frailes cartujos y dominicos de Jerez
y de Sevilla, que antes de la desamortización de Mendizábal estos monjes se
dedicaban en Andalucía a la cría de bravo y de caballos, entre los cuales aún
hoy tienen fama los cartujanos.
Entre 1893 y 1917 don Eduardo Miura Fernández, el de las populares
patillas, hijo de don Juan Miura, llevó la ganadería, que pastaba en la finca
sevillana de "El Cuarto", a la cumbre de su fama.
«Hay otras ganaderías sin esa fama, cuyos
toros han matado más toreros. La mala suerte para Miura es que sus toros han
matado a figuras, y por eso suena más.»
(Pepe Luis Vázquez)
La gente llegó a decir que los Miuras
pegaban esas cornadas porque tenían el cuello más largo, porque tenían una
vértebra de más.
«El toro de Miura es recogido de barriga,
largo, con el cuello flexible. Tiene algo de látigo en la facilidad con que se
revuelve. Pero, a pesar de todo, eso no es lo importante. Lo que de verdad le
diferencia es su personalidad, una especie de capacidad psicológica para darse
cuenta de cuándo es dueño de la situación. Cuando sale el toro bueno, es bueno
de verdad, te haces con él, y como son largos, de bonita lámina y bien armados,
la corrida es un lujo. Pero si te achicas, se da cuenta y entonces va por
ti.
«Que no se dé cuenta de que le tienes
miedo. Sobre todo que no se dé cuenta, porque entonces abusa de su poder y ya no
tienes dónde meterte.»
(Pepe Luis Vázquez)
«Los Miuras tenían fama de aprender muy
rápido. Creo que, en mis tiempos, esa fama correspondía a la realidad. No les
podíamos hacer dos veces seguidas la misma cosa porque, a la tercera, ya la
habían aprendido y sabían más que nosotros. A los Miuras actuales han logrado
quitarles, en gran medida, esta característica.»
(Marcial Lalanda, Tauromaquia, 1987)
«Una vez, en Salamanca, El Estudiante se
perfiló para matar y pinchó mal. A la siguiente entrada, el Miura ya había visto
el estoque con absoluta claridad. Cada vez que El Estudiante ejecutaba el
volapié, el toro derrotaba contra el estoque, se lo apartaba de delante y
después le buscaba a él. Fue una angustia interminable.
«Pero también es verdad que esos toros
tienen dificultades, que entienden lo que pasa y, sobre todo, que ven si eres
débil. Esa es la clave. A mí me ha revolcado algún Miura, pero nunca he tenido
una cornada grave. ¿Sabe por qué? Porque, si he tenido miedo, no me lo ha
notado. Me he puesto cerca, he apretado los dientes.»
(Pepe Luis Vázquez, EL PAIS, 1985)
Ricardo Torres
Bombita promovió el
llamado pleito de los Miuras entre 1908-1909 para conseguir que las empresas
aumentaran los honorarios de los toreros cada vez que se corriesen toros de esa
ganadería. Argumentaba que, si empresas y ganadero se beneficiaban
económicamente de la fama de la divisa, justo era que también se beneficiasen
los toreros. Su petición la firmaron los principales toreros, pero fracasó por
la oposición de la afición, la habilidad de la empresa de Madrid y la falta de
solidaridad entre los toreros.
Todos los grandes toreros han tenido a gala
lidiar Miuras y han triunfado con ellos; porque, si es cierto que «nunca ha
habido toros más peligrosos ni de más sentido», también lo es que el número de
ellos de calidad excepcional «ha sido abrumador», lo que le ha valido ser la
ganadería que más trofeos ha obtenido.
(Filiberto Mira, El toro bravo, 1979) |
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